In the name of the user : social housing and the project of architectural heterogeneity

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2016
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Entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y comienzos de la década de 1980 tuvo lugar lo que, sin dudas, fue el último capítulo en la historia de la arquitectura moderna. Una particular conjunción entre los intereses de la arquitectura y los del estado y un volumen de producción material sin precedentes, derivado de esa convergencia, caracterizaron un período que ha llevado distintos rótulos: los Treinta Gloriosos en Francia, el Keynesianismo como común denominador económico en el noratlántico, el Desarrollismo en América Latina, la Guerra Fría como fenómeno económico, militar y geopolítico global, o simple y abarcativamente, la Posguerra. Como consecuencia de la destrucción que sembró la Segunda Guerra Mundial, de los esfuerzos que emprendieron las distintas naciones para la reconstrucción a partir de 1945, y del boom económico que comenzó en la década de 1950, el legado arquitectónico de este período es enorme y diverso. Sin embargo, no son los monumentos, edificios públicos, palacios, o viviendas privadas, los que emblematizan la singularidad de la Posguerra, sino los emprendimientos estatales pensados para transformar las sociedades europeas, americanas, y de otras regiones mediante la provisión de viviendas accesibles para nuevas comunidades urbanas. Muchos de estos emprendimientos tuvieron un carácter verdaderamente épico, y algunos, además, fueron capaces de articular icónicamente un programa de reinserción social de la arquitectura. Este trabajo trata sobre los emprendimientos canónicos de ese período y su contexto disciplinar. Su hipótesis es que, a partir de 1960 y durante aproximadamente dos décadas, la disciplina arquitectónica hizo converger una agenda de heterogeneidad formal que ya tenía al menos 15 años de maduración, con demandas socio-culturales y socio-políticas para que se prestara atención a la nueva figura del usuario, entendido como una configuración activa del sujeto humano, de carácter irreductiblemente complejo y convenientemente ambiguo, que desafiaba las concepciones mecanicistas y conductistas que venían operando en el campo de la arquitectura, el urbanismo y la cultura en general desde comienzos del siglo 20. Paradójicamente, las mejores versiones de estos esfuerzos lograron, en nombre de los valores de la individuación social, material y urbana, construir nuevas y monumentales máquinas de sociabilidad. Reflexionando sobre la emergencia, definición y vicisitudes de la figura del usuario en relación con la práctica de la arquitectura en el contexto de la producción de la vivienda, la tesis rastrea los orígenes y las distintas fases a través de las cuales fue evolucionando esa relación y sugiere que la idea de usuario es en realidad la punta de un iceberg de significación cuyo extremo opuesto se hunde literalmente hasta los orígenes de la arquitectura como disciplina autónoma en occidente. Durante la posguerra el usuario tuvo funciones precisas en la consolidación y supervivencia de la disciplina arquitectónica luego de la crisis del modernismo, funciones que le sirvieron de soporte vital para atravesar las difíciles décadas de 1960 y 1970 durante las cuales un amplio arco de críticos, activistas e historiadores denunció activamente la responsabilidad de la arquitectura en los principales conflictos urbanísticos de la época, y auguró su ocaso, o en el mejor de los casos, su remplazo por dispositivos presuntamente más democráticos de administración de los problemas socio-espaciales. Durante este período el usuario tuvo aplicaciones variadas y hasta opuestas: fue invocado como herramienta para apoyar la legitimación y producción de proyectos abiertos, democráticos e indeterministas como los de Yona Friedman, Nicholas Negroponte o Cedric Price, pero también se lo desplegó como instrumento útil para sobre-determinar la forma arquitectónica. Tal fue el caso de Giancarlo de Carlo, y aún más, de Ralph Erskine. Si la segunda posguerra se puede visualizar como un período de redefinición de múltiples valores y de reconfiguración de nuestras representaciones de lo humano en manos de la cibernética, la filosofía, las ciencias humanas y sociales, la literatura, el cine y las artes plásticas en general, las décadas de 1960 y 1970 se erigen como el momento en que estos desarrollos impactan en la arquitectura obligándola a conducirse hacia un lugar de mayor relevancia socio-cultural. Para algunos arquitectos la complejidad y sofisticación formal fue un objetivo que en un contexto de sospecha hacia su rol, al que se concebía crecientemente como déspota, tecnócrata o marioneta, no hubiera sido posible sin la intermediación de un conjunto preciso de operaciones técnicas y discursivas. A través de la lectura cercana de dos proyectos que se ubican en los extremos del arco temporal estudiado, la investigación demuestra cómo esas operaciones en torno al usuario fueron una herramienta fundamental para la supervivencia de la disciplina y para la continuidad de su aporte al proceso de organización espacial de la sociedad occidental tardo-moderna.
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Tesis (Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos)--Pontificia Universidad Católica de Chile, 2016
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