“Tenemos hambre” : el caso del Programa “Alimentos para Chile” en estado de catástrofe 2020

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2020
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La pandemia del SARS-COV 2 en el mundo generó un shock económico que fue complejo de enfrentar debido su profundidad y rapidez. La pandemia afectó a Chile después de una crisis social a finales de 2019, que evidenció más las desigualdades socioeconómicas que existen en el país. Desde marzo de 2020, la expansión del virus provocó que el gobierno decretara largos confinamientos como medidas de contención de los contagios. Esta situación ha provocado una crisis económica y desempleo, por la cual, muchos hogares tuvieron dificultades para financiar sus gastos básicos. Frente a este contexto y a petición de autoridades locales y vecinos, entre abril y mayo de 2020, se crea el Programa “Alimentos para Chile” con el objetivo de ser un aporte alimenticio y evitar la movilidad de las personas para prevenir los contagios. La forma de hacerlo fue entregando casa por casa alimentos no perecibles y bienes básicos a los hogares más afectados por la pandemia. La canasta se repartió en dos ocasiones entre junio y julio principalmente. La implementación del Programa da en un contexto de crisis sanitaria, en que la rapidez y la eficiencia eran fundamentales. La distribución se llevó a cabo a través de los gobiernos regionales y locales a lo largo de Chile. Este trabajo circunscribe la evaluación de la implementación del “Programa Alimentos para Chile” en Región Metropolitana, debido a las restricciones de información de una política pública actualmente en curso. El diseño de la operación del programa en la RM se efectuó a través de la Intendencia Regional de Santiago en conjunto con las municipalidades. Para la implementación de esta nueva política pública requirió un alto nivel de coordinación. Hubo dos entregas en junio y julio de 2020. La logística de la Entrega I dependió de la capacidad de los proveedores de entregar los productos. En cambio, para la Entrega II las empresas prepararon con anticipación las cajas y la distribución fue más expedita. La evaluación del programa se basa en tres criterios relacionados con eficiencia: (1) La asignación de beneficiarios (2) La compra eficiente de los productos (3) La movilidad durante la cuarentena. La asignación de beneficiarios apuntaba a llegar la población más vulnerable a través de la selección de productos de primera necesidad familiar, disminuyendo la movilidad de los diferentes integrantes de los hogares. El movimiento fue estable después de ambas entregas, por lo tanto, la movilidad se podría haber contenido con la distribución de alimentos. Habiéndose implementado con carácter de urgencia, el programa se realizó de la forma más eficiente posible dentro de un contexto de pandemia. Sin embargo, la política deja dos lecciones. La primera, el Estado es capaz de aprender. Hubo cambios entre ambas entregas en lo que se refiere al contenido de la caja, los proveedores y las inversiones en logística. La segunda lección fue la necesidad de tener datos actualizados con respecto al contexto de emergencia que se esté viviendo. El objetivo de tener información actualizada es aumentar más la eficiencia al asignar beneficiarios de programas estatales.
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Tesis (Magíster en Políticas Públicas)--Pontificia Universidad Católica de Chile, 2020
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